Fuente: El Pais

La lectura por placer en un idioma extranjero mejora de forma natural la gramática y el vocabulario, pero apenas se practica en el aula

La receta básica para mejorar el nivel de inglés, esa asignatura que en España parece que siempre queda para septiembre, tiene unos cuantos ingredientes. Clases particulares o en una academia para machacar la teoría. Un verano en el extranjero, si te lo puedes permitir. O pillar por banda a cualquier nativo que se cruce en tu camino para practicar el speaking, si no puedes salir de España. Y, por supuesto, ver tantas series y películas en versión original como puedas. Pero la lectura es la gran olvidada en todo este rompecabezas, a pesar de que juega un papel fundamental para construir el edificio de la gramática y del vocabulario sobre los cimientos más sólidos posibles.

“Para poder aprender algo, necesitas ver modelos. Si lees continuamente un inglés correcto, interiorizas ese modelo de tal forma que cuando te toca producir el idioma, vas a notar tus propios errores”, resume David Bradshaw, responsable de evaluación de Cambridge Assessment English para España y Portugal. “Se adquiere vocabulario, se enriquecen expresiones y se aprende a estructurar un discurso escrito”, abunda Lourdes Pomposo, profesora en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), con más de tres décadas de experiencia como docente. Leer aumenta la capacidad para escribir, su destreza hermana, pero también la de hablar y la de escuchar. “El motivo es que los estudiantes que leen mucho mejoran su conocimiento integral de la gramática y el vocabulario, que son la base de la comunicación en inglés”, añade Andrew Dilger, editor jefe de Oxford University Press.

Cuando de practicar el reading se trata, hay un ejercicio típico que se repite una y otra vez en cualquier clase de inglés. Lee primero este texto sobre las vacaciones que Jean pasó con su familia en Boston y, después, responde a varias preguntas para comprobar que lo has entendido: ¿qué ruta escogieron Jean y su familia para recorrer la ciudad?, ¿se perdieron porque no tenían un mapa o porque su guía no conocía bien la zona? Cambia a Jean y su familia en Boston por una explicación de los órganos del cuerpo humano. O por un texto sobre la historia del día de San Valentín. O por…

Este es el único tipo de lectura que se suele practicar cuando se aprende inglés. Se llama lectura intensiva y consiste en poner un texto bajo el microscopio para desmenuzarlo y extraer la información que se necesite de él. “Este tipo de lectura se centra deliberadamente en el lenguaje. Para ello se utilizan textos relativamente cortos que suelen incluir más de un 2% de palabras desconocidas para el lector”, explica Dilger.

“Se trata de leer como se leen los contratos: cada palabra y cada detalle importan mucho”, ejemplifica Olly Richards, profesor y capaz de hablar ocho idiomas. Pero mantener esa intensidad en todo lo que uno tiene que leer a lo largo del día —los carteles del metro, un tuit, una columna en el periódico…— es una tarea hercúlea. E innecesaria. Porque también leemos por encima. O de forma selectiva. O incluso por un motivo puramente emocional, como ocurre con esa novela de la que no puedes despegar los ojos.

Esta última es la lectura por placer (o lectura extensiva, en el lenguaje académico). “Se enfoca en leer grandes cantidades de texto por su significado en sí mismo”, prosigue Dilger. “Los textos deben ser fáciles, con muy pocas palabras desconocidas para que los lectores puedan procesar el idioma de manera similar a los hablantes nativos”.

Pero si la lectura intensiva, con sus textos cortos y sus preguntas de comprensión al pie, es el pan de cada día para cualquier estudiante de inglés, leer por placer es el gran desconocido. A pesar de que no son intercambiables y de que cada una tiene su propio cometido. “La lectura intensiva cumple su función para el aprendizaje basado en el lenguaje, pero el aprendizaje centrado en el significado que ofrece la extensiva es donde se pueden obtener grandes beneficios en términos de fluidez”, asegura Clare Hambly, educadora y editora en Oxford University Press.

Esos beneficios están ampliamente estudiados. Se mejora la comprensión lectora, por supuesto, pero también las habilidades de redacción y la actitud porque, al leer por puro gusto, se trabaja la motivación intrínseca, eso que en el aprendizaje funciona como un potente motor. Las investigaciones que se han realizado en este terreno señalan, además, que las mejoras son posibles sin un aprendizaje consciente. “Hay dos vías para aprender el idioma, el aprendizaje consciente y la adquisición natural”, explica Bradshaw. “Cuando aprendemos nuestro primer idioma no nos sentamos a estudiarlo, lo adquirimos y más adelante aprendemos cómo funciona. Lo que hacemos para adquirirlo es repetir lo que oímos, necesitamos un input. La lectura, sobre todo la extensiva, es ese input”.

El problema de este tipo de lectura por placer es que es muy difícil hacerla encajar en una clase. Clare Hambly, de Oxford, señala que “desafortunadamente” el énfasis se sigue poniendo en la lectura intensiva, que puede generar una sensación de “mucho esfuerzo y poca ganancia”. “Muchos profesores utilizan las típicas lecturas graduadas, pero luego no saben muy bien qué hacer con ellas. Todo el mundo sentado leyendo su libro en clase puede parecer una pérdida de tiempo. Y si lo mandas para leer en casa, pierdes el control de lo que están haciendo”, añade Bradshaw, que en su experiencia como profesor asegura que los estudiantes a los que ha visto alcanzar los niveles más altos eran lectores ávidos. “Un alumno que lee es un alumno con una mayor sensibilidad para el idioma”.

Si quieres empezar a leer en inglés de forma habitual y por el puro gusto de hacerlo, estas son las pautas que dan los expertos para sacarle el máximo partido:

¿Cómo mejorar la comprensión lectora?

De forma general, tanto para la lectura extensiva como para la intensiva, el principal objetivo es aumentar la destreza en el reading. Pero cuidado. “Ser capaz de responder a una pregunta específica sobre un texto porque has encontrado la respuesta en una oración dentro del propio texto no es necesariamente un indicativo de que lo hayas comprendido”, advierte Clare Hambly, de Oxford.

La clave, explica Hambly, consiste en centrarse en otras habilidades más sutiles pero muy importantes, como “ser capaz de extraer el significado por el contexto, la deducción, la paráfrasis y la mediación del mensaje”. La experta asegura que una fórmula muy buena para mejorar la comprensión lectora es releer un mismo texto varias veces. “Aunque para que eso sea efectivo, tienes que encontrarlo interesante”.

Y DESPUÉS DE LEER, ¿QUÉ?

La lectura extensiva tan solo se centra en leer por puro gusto. No es necesario hacer deberes ni exámenes después, pero ciertos trabajos adicionales sí que pueden ayudar a consolidar lo aprendido:

Relee lo leído. Releer un texto varias veces es una fórmula eficaz y simple para mejorar la comprensión lectora, explican los expertos de Oxford University Press.

Haz un resumen mental. “Cada vez que leas o al final de la semana. De ese modo, trabajas también la destreza oral. Incluso te puedes grabar”, aconseja Lourdes Pomposo, de la UPM.

Evalúate. “Tú mismo te evalúas cada vez que lees porque para seguir adelante tienes que recordar lo que leíste el día anterior”, recuerda David Bradshaw, de Cambridge.

¿Y el vocabulario? “Apunta palabras que te gusten o que quieras utilizar. Pero no lo hagas en un cuaderno que luego vas a dejar en casa, hazlo en el móvil”, recomienda Bradshaw. “Cuando estés esperando el autobús cada día, sacas la lista y la relees. No tienes que estudiar el vocabulario, gracias a esa lectura repetida se te va quedando”.

Los expertos recurren al término de lectura eficaz, es decir, a conseguir extraer la información que necesitas de cada texto. Ni más ni menos. El profesor Olly Richards señala que hay una serie de “micro destrezas” que utilizamos de forma natural en nuestro idioma nativo, pero que al leer en otra lengua olvidamos por completo: leer por encima un párrafo para entender la idea general, escanear un cartel con los horarios del tren para localizar una hora concreta, devorar las páginas de una novela particularmente buena… El problema, explica, es que nos empeñamos en comprender todas y cada una de las palabras. “Leer de forma eficaz significa hacerlo utilizando las mismas destrezas que empleamos en nuestro propio idioma”, precisa.

¿Qué material de lectura elegir?

Solo hay una regla para escoger: si se trata de leer por placer, tienes que ser tú quien decida qué leer y tiene que ser algo que te interese. “Lo indispensable es que el alumno se sienta motivado y atraído por la lectura”, recuerda Lourdes Pomposo, de la UPM. “En los colegios, muchos profesores se empeñan en imponer libros en inglés que son un ladrillo, por lo que el alumno se descuelga y se aburre”.

¿Pero es mejor que sean libros fáciles o difíciles? Richards fija el punto ideal en lecturas que estén un poco por encima de tu nivel de inglés: “Así encontrarás mucho contenido que entiendes y algo que no entiendes, de forma que te apoyas en lo que ya sabes para comprender lo nuevo”.

Pero si leer no te seduce mucho, ni siquiera en tu propio idioma, los expertos recomiendan empezar con cosas sencillas que estén incluso por debajo de tu propio nivel. Y en los escalones B1 y B2, es mejor recurrir a temas con los que ya estés familiarizado o incluso leer un libro primero en español para después hincarle el diente a la versión en inglés.

Los libros de relatos cortos son especialmente recomendables para los niveles intermedios, pues refuerzan esa sensación de progreso y de ser capaz de terminar algo. Eso sí, cuidado con los best-sellers. “Muchos tienden a utilizar jergas y lenguaje más informal. Tienes que saber en qué momento puedes utilizar eso y cuándo no”, advierte David Bradshaw, de Cambridge.

¿Cuánto tiempo tengo que dedicarle?

Lo ideal sería darse un atracón todos los días. Pero como lo de ser lector a tiempo completo no es una opción muy viable, lo recomendable es poco, pero frecuente. “Al menos tres veces por semana, 20 minutos cada sesión”, señala Pomposo. “La clave es establecer una rutina de tal forma que cuando no puedas seguirla, la eches de menos”, añade Bradshaw.

¿Cuánto se puede realmente avanzar con esas pequeñas píldoras de lectura? Según explica Andrew Dilger, de Oxford, las investigaciones apuntan que para aprender las 1.000 palabras más frecuentes del inglés, hace falta leer 200.000. “Suponiendo una velocidad de lectura lenta de 150 palabras por minuto, distribuida a lo largo del año, el resultado es menos de cinco minutos por día. Cualquiera puede alcanzarlo con relativamente poco esfuerzo”.

Leer, ¿con o sin diccionario?

Cuando leemos en inglés, nos obsesiona entender cada palabra. Por eso echamos mano del diccionario constantemente, en cada página. Y si así es difícil avanzar, no digamos ya disfrutar. “Hay muchas formas de leer, pero hay quien lee bien y quien lee mal”, asegura Olly Richards. “La mayoría de los estudiantes van palabra por palabra y, cuando encuentran algo que no entienden, paran. Esto genera dos problemas: te lleva demasiado tiempo y no ves progreso. No necesitas entender cada palabra para comprender lo que estás leyendo”.

Por lo general, el diccionario estorba. Hay que esforzarse para intentar descifrar el significado de las palabras por su contexto —una destreza fundamental para aprender vocabulario— y detenerse a buscar un término solo cuando uno sea incapaz de aventurar su significado y este se repita constantemente. Si lees en un ebook, la función del diccionario que incorporan estos dispositivos electrónicos facilita el consultar sin interrumpir apenas el ritmo de la lectura. “En ese caso, se puede utilizar como una forma de confirmar tus conjeturas, no como un sustituto”, puntualiza Clare Hambly, de Oxford.

El objetivo no es memorizar reglas de gramática ni tampoco terminar la lectura con una lista inmensa de vocabulario que después ni siquiera recordarás dónde has guardado. La única tarea es terminar… y disfrutar de lo leído.

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